Lista llena de adivinanzas largas para niños y adultos. Las adivinanzas largas suelen ser más complejas que las adivinanzas cortas.
En medio del cielo estoy
sin ser lucero ni estrella,
sin ser sol ni luna bella,
a ver si sabes quién soy.
Un tren eléctrico va a 300 kilómetros por hora. Si el viento va para el norte,
¿hacia dónde irá el humo?
Verde fue mi nacimiento.
Amarillo fue mi abril.
Tuve que ponerme blanco.
Para poderte servir.
Juntos dos en un borrico,
ambos andan a la par.
Doce leguas cada uno
y una el otro nada más.
En la jirafa descuella,
bajo la barba del rey.
Lo tiene cualquier botella,
la camisa o el jersey.
Encima de ti me subo,
tú de gusto te meneas,
yo con el gusto me voy,
tú con la leche te queas.
Debajo de tierra hay un convento.
Todas las monjitas visten de negro
y se alimentan de su sustento.
Dice Jesús: ustedes recibirán
el poder espiritual.
Y en todas partes predicarán
Combatiendo todo mal.
Col es parte de mi nombre,
mi apellido es floral,
más si lo quieres saber
a la huerta has de marchar.
En verdes ramas nací,
en molino me estrujaron.
En un pozo me metí
y del pozo me sacaron
a la cocina a freír.
Blanco salí de mi casa
con el tiempo enverdecí,
pero como blanco era,
blanco al final me volví.
Rojo o verde siempre estoy,
trabajando sin parar,
para evitar que a los niños
los puedan atropellar.
Ris, ras, ris, ras.
Adelante y hacia atrás.
Mientras tenga que comer.
No dejare mi vaivén.
Había un hombre
entre los fariseos,
que vino a Jesús de noche
manifestándole sus deseos.
Somos más de una
y salimos con la Luna,
si te pones a contarnos
te va a faltar más de una.
Si la dejamos se pasa;
si la vendemos se pesa;
si se hace vino se pisa;
si la dejamos se posa.
Mi sombrero es una ola,
estoy en medio del año.
Nunca estoy en caracola
y sí al final del castaño.
Es caminante sin patas,
que escribe curvadas emes,
que se achica, que se agranda,
va midiendo las paredes
y atravesando las redes.
Vive en el desierto,
mata a las personas.
Debajo de las piedras,
muy bien se acomoda.
¿Quién es aquel caballero.
Que me causa maravilla.
Que mientras alzan la hostia.
Está sentado en su silla?
En el principio de Roma,
tú me puedes encontrar.
Vivo en medio de París
y también al final del mar.
En el campo me crié
más derecho que una vela;
si no me cogen a tiempo,
me vuelvo de macho a hembra.
Que lo busquen en el mar.
Porque en la tierra.
Por más que aren, que aren.
Que en la tierra no lo encuentran.
Siempre de mí dicen algo.
Aunque muy humilde soy.
No soy señor y me tratan.
Con la nobleza del don.
Dos hermanos sonrosados,
juntos en silencio están,
pero siempre necesitan
separarse para hablar.
El fuego me tiene miedo,
las plantas me quieren bien,
limpio todo lo que toco,
me tomas si tienes sed.
Entre col y col lechuga.
Entre lechuga, una flor.
Que al sol siempre está mirando.
Dorándose con su calor.
Tiene un ojo y nada ve,
por abrir no es cosa dura,
sin embargo por cerrar,
sí que cierra y sí que es dura.
Un combate que se entabla
muy lento o con rapidez.
Ninguno de los dos habla,
las piezas son más de diez.
Tengo de rey la cabeza
calzo espuela pavonada,
llevo barba colorada,
mi sueño temprano empieza
y madrugo a la alborada.
Que timbre y número tenga
y en verdad portal no sea
es cierto, y el que desea
hablar por él, no lo cuelga.
¿Qué cosa posee el hombre
que nadie la puede ver?
Sin alas vuela hasta el cielo
y es la causa del saber.
Tres partes tiene mi nombre:
en Francia está la primera;
la segunda, aunque te asombre,
dentro de un cisne se esconde
y la tercera la tiene la cocinera.
En el mar yo no me mojo.
En las brasas no me abraso.
En el aire no me caigo.
Y me tienes en tus brazos.
En el cielo soy de agua.
En la tierra soy de polvo.
En las iglesias de humo.
Y mancha blanca en los ojos.
En Pergamo estaba.
Y allí se le escribió
Para que el amonestara,
A los que se apartaron de Dios.
Dieciséis personajes con el rey y reina.
Se enfrentan a otros tantos.
Si juegas mal te encontraras perdido.
¡Y ganara el contrario!
Bajo mi carpa gigante,
acojo a chicos y grandes.
Payasos y trapecistas,
son típicos en mis pistas.
De bronce el tallo,
las hojas de esmeralda,
de oro el fruto
y las flores de plata.
Alumbra sin ser candil
y algunas veces nos quema;
por la tarde va y se duerme
y a la mañana, despierta.
Capote sobre capote,
capote de frío paño,
aquel que llora por mí
me está partiendo a pedazos.
¿Quién soy?
A pesar de no ser buque
tengo cuerdas y atavíos,
también tengo un regio puente,
pero nunca he visto un río.
En el mar es donde vivo.
Plateado es mi color.
Cruzo veloz como el rayo.
Adivina quién soy yo.
Está en el edificio.
También en la maceta.
La llevas en el pié.
La coges en la huerta.
Tengo patas bien derechas,
pero no me puedo mover,
llevo a cuestas la comida
y no la puedo comer.
Escucha tú mis consejos
dijo un sabio de Sión.
A mancebos distraídos
Que descuidan su salvación.
¿Qué alimento ése será
que suelen llevar en un cesto
y dicen que está más fresco
cuanto más caliente está?
A un cerezo me subí,
con cerezas yo me hallé,
yo cerezas no comí,
mas cerezas no dejé.
Sal al campo por las noches.
Si me quieres conocer.
Soy señor de grandes ojos.
Cara seria y gran saber.
Baja a beber y no bebe,
baja a pastar y no pasta,
se revuelca y no se ensucia.
Adivina lo que anuncia.
Era gigante,
con más de seis codos de altura.
Y murió de una pedrada,
Que le rompió su cabeza dura.
Es una red sin medida,
cuyos nudos no se ven
y duran toda la vida.
De esa red de pescar,
unos quieren salir
y otros quieren entrar.
En un castillo redondo.
Doce caballeros de guardia están.
Un flaco lancero y un gordo escudero.
Marchan al compás.
Arquita chiquita,
de buen parecer,
ningún carpintero
la ha podido hacer.
Sólo Dios del cielo
con su gran poder.
Era un hombre muy rico,
que vivía en Jericó.
Que cuando arrepentido,
Sus bienes repartió.
¿Quién es aquél tan ligero
que dos mil faltas compone
y la dama se lo pone
por el miembro más bajero?
Tú estás tranquilamente en tu casa y pasa un coche por la calle. ¿Cómo se llama al hombre que va conduciendo?
Ver respuestaEn cualquier día de la semana me verás.
Excepto en domingo, que no me encontrarás.
En la ventana soy dama,
en el balcón soy señora.
En la mesa cortesana
y en el campo labradora.
Verde fue mi nacimiento,
encarnado mi vivir,
y negra me fui poniendo
cuando me quise morir.
Me siembran,
me siegan,
me trillan,
me muelen,
me amasan,
me cuecen,
me comen en casa.
En el campo fui nacida,
en el campo me alimento;
dondequiera que me llevan
es para darme tormento.
Un árbol con doce ramas.
Cada rama, cuatro nidos.
Cada nido, siete pájaros.
Cada cual con su apellido.
Almacén de historias rotas
dicen muchos que yo soy
y en colegios y oficinas
por los rincones estoy.
Buena es la convivencia,
suave como el perfume de una flor.
Que se esparce por el ambiente,
Como el rocío de Hermón.
Dime quién será un soldado,
tan poco animoso y fuerte,
que viene con lanza armado,
y si al contrario ha pasado
él mismo se da la muerte.
En granada hay un convento
con monjas mas de cien mil,
se miran unas a otras
por un velo muy sutil.
Atento, que vengo de zumba,
que crío a mis hijos sin pelo ni pluma;
atento, que zumba y aprieta,
que crío a mis hijos
sin pluma, ni pelo, ni teta.
Tiene yemas y no es huevo,
tiene copa y no es sombrero,
tiene hojas y no es libro.
¿Quién será la que pasa entre mis ojos.
Si no soy más que un puente y no la cojo?
¿Sabes de alguna letrita.
Que si la vuelta le das.
Enseguida se convierte.
De consonante en vocal?
Soy cuerpo que nadie vio,
resisto entre los mortales,
soy causa de muchos males,
pero si faltase yo
morirían lo animales.
Estoy de día y de noche
En el monte siempre está,
en continuo movimiento,
aullando sin parar.
siempre contando las horas.
Soy roja como un rubí
y llevo pintitas negras,
me encuentro en el jardín,
en las plantas o en la hierba.
Me pisas y no me quejo.
Me cepillas si me mancho.
Y con mi hermano gemelo.
Bajo tu cama descanso.
Un cazador en enero
una paloma mató,
la guardó para diciembre
y fresca se la comió.
Un hombre vio a Pedro y a Juan,
Que subían al templo a orar.
Y ellos le dijeron en el Nombre de
Jesucristo hoy te vas a levantar.
Con la cama de un navío
y casa de centinela,
se hace el nombre de mi dama
sin que le falte una letra.
Era general de un ejército
hombre de gran valor.
Pero con una enfermedad
Que le causaba dolor.
Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón.
Si no me adivinas esta adivinanza serás un burro cabezón.
De doce hermanos que somos,
el segundo yo nací
y soy el más pequeñín.
¿Cómo puede ser así?
Un bulto veo venir,
sus pasos no hay quien los cuente,
y cuando se acerca a mí,
meto mi cuerpo en su vientre.
¿Cuál es la cosa peor
que en el mundo puede haber,
que esa misma es la mejor,
pues mala, da el merecer
y buena, vida y honor?
Es bella, de hermosos frutos
y de fuentes cristalinas.
¿Quiénes dijeron esto
de la tierra de Palestina?
Calvo sube, calvo sube,
Decían al Profeta, unos jóvenes malosos.
¿Y cuantos de ellos murieron
Despedazados por dos osos?
Una estancia abovedada
donde el eco se recrea;
un batallón de soldados
repartidos en hileras;
no son machos los más fuertes,
que son los más fuertes hembras,
y una mujer entre ellos
por habladora está presa.
Todos los días del año
me levanto muy temprano
a quitar los desperdicios
y basuras de tu barrio.
Aunque no soy importante.
En la vida pinto algo.
Mas no podré trabajar.
Cuando yo me quede calvo.
Todas las mujeres lo tienen entero,
y por presumir le rompen el cuero,
meten lo tieso por lo blanco
y las pelotillas se quedan colgando.
Ya me llevan,
ya me traen,
dándome siempre tormento,
porque el fuego en que me abraso
arde con el movimiento.
En el estanque de bethesda,
Un milagro sucedió.
N o fue el ángel, no fue el agua,
Fue Jesús, quien lo realizó.
Al principio una cama
y una fiera después.
¿Alguno de vosotros
sabe qué animal es?
Era un hombre que meditaba,
con profunda devoción.
Poderoso en las escrituras,
Y noble de corazón.
Solo tres letras tengo.
Pero tu peso yo sostengo.
Si me tratas con cuidado.
Te llevare a cualquier lado.
Rabo largo
a un ratoncillo
estaba buscando.
Si no hubiera sido
por el agujerillo,
¿qué habría sido del ratoncillo?
Sí mona, así te quiero,
un galán aseguraba
y a su dama así le daba,
astuto, su nombre entero.
Sin ser árbol, tengo hojas.
Sin ser bestia, un buen lomo.
Y mi nombre en cada tomo.
Gaspar, Baltasar y Melchor.
Los transportan en camellos.
Y los dejan en enero.
A todos los niños buenos.
Una cosa quiquiricosa,
pasa por el agua y no se moja,
pone huevos y no es gallina,
tiene albarda y no es pollina.
Termino cabeza arriba.
Empiezo cabeza abajo.
Y tan sólo preguntar.
Es mi trabajo.
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